Crónicas de un miércoles cualquiera XL…O de lo que pesa un muerto…

Un fan de esos que me paran continuamente por la calle me indicó el otro día que  los amables sres. Kulturtado se han convertido en algo así como mis psicoanalistas. Me dejó pensativa. Nunca quise desnudar mi vulnerable psique ante un desconocido y resulta que ahora lo hago semanalmente ante montones de tipos. Creo que es síntoma de madurez (y puede que también de esquizofrenia) esto de enumerar uno tras otro los defectos y las meteduras de pata de una vida. Es quizá porque se trata del fin de la lucha perfeccionista, de la aceptación llevada al extremo, del abandono total al alegre ridículo de vivir. O también puede que sea una búsqueda desesperada de aprobación. Ah, pero como ni usted ni yo somos loqueros nunca lo sabremos.

El principal motivo de pérdida del norte entre la población occidental es sin duda el arrastramiento de muertos. Esto no me lo he inventado yo, que lo dice Yahoo answers.  Y dirán ustedes: » ¿muertos? «. Sí, queridos, no me sean tan literales y entiendan que hablo con sutiles metáforas. Aunque no dudo que arrastrar muertos en su sentido más obvio pudiera provocar una enfermedad mental.

Como esta es mi hora de psicoanálisis, túmbense que les cuento. Pongan el cronómetro.

– Pues verá Dr. Vasques. (Siempre he querido un psiquitra mejicano). Era un miércoles de hace ya algún tiempo, unos años.

El Dr. Vasques suspira.

– Yo, que como sabe soy de naturaleza parsimoniosa, la carrera no la llevé muy bien. Me la tomé como una desmotivación lenta y dolorosa. Pero no crea, que mientras tanto me sumí con total dedicación en una profunda contemplación existencial.

Me propuse buscar la manera de terminar la carrera de sexto a primero.¿Sabe? Por el puro placer de luchar contra el sistema. Yo siempre he sido muy rebelde.

-Aha.. – El Dr. Vasques se mesaba el enorme bigote con aburrimiento – y ¿Ahorita se siente bien?

– Espere, espere, que aún no le he contado nada. Pues de pronto me entero de que una de segundo me cierra hacer una de sexto. Me pongo a estudiar la asignatura con la chavalada de segundo, que son mucho más listos que yo, y me entra susto.

– Mmhhh..

– Doctor, ¿Se ha dormido?

-Mmgfghhh…

– Oiga, ¿Y no será mejor que me tumbe yo y usted esté sentado?

 – Naafhhjmm..

– Bueno total, que me voy a la cama, y no hay forma de dormir. Venga a pensar en el parlamento europeo, me dan las cuatro y las cinco… y de pronto luz. Abro un ojo. Quiero decir que si que me había dormido, ¿Me sigue?

– Mmhhh..

– Miro la hora. Tardo en enfocar.. porque soy miope, Sabe, ¿No? Que se tarda un poco en ver. Pues eran las 09:30. Vuelvo a mirarlo porque así recién levantada cuesta asimilar. Resulta que sí eran las 09:30.  El examen empezaba a las 09:30. A mi se me detiene el corazón. Salto de la cama, meto el pie por la manga de un jersey y la cabeza por la pierna de un vaquero y me lanzo a la calle. Se imagina la situación.

– ¿Mmh?

– Digo que si se imagina la situación.

– Claro, claro..

– Figúrese cómo estaría, que una vez en la calle me paro y lloro. Sólo lloro. Apunte eso que luego lo tenemos que analizar.

– Aha.

– LLamo a C; C. siempre sabe qué hacer. Se me ocurre que quizá sea capaz de parar el tiempo. C. no sabe parar el tiempo. Me ofrece un transporte más rápido que el tren hasta Cantoblanco, pero debo llegar a Plaza de Castilla. Me subo en el metro sin parar de sollozar. No sé si llevo las zapatillas de andar por casa aún.  C. Me llama, que no tiene las llaves del coche, que me vaya en autobús.

Mientras tanto el móvil no para de sonar. Es mi primo. Uno de esos primos pequeños que siempre se sospecha que nació más mayor, porque es más responsable, más listo y mucho más alto que yo. No le cojo el teléfono. ¡Me embargaba una vergüenza suprema, Doctor! ¿Usted se cree? Sólo ridículo espantoso. Me tiro de los pelos y golpeo al aire con los apuntes en la mano. Me fustigo durante un rato largo aterrorizando a una chavala sentada junto a mi.

Agárrese los machos. El autobús en un atasco y yo, ¡No se lo pierda! me descubro rezando porque venga un armagedón. Le juro que deseaba que cayese un meteorito gigante, o que apareciese Godzilla. No sé, que la tierra se abriese en dos para que el autobús nunca pudiera llegar. ¿Qué le parece eso? ¿Eh?

– Eh… lógico, niña, lógico.

– Oiga Doctor, quizá el Candy Crush le esté distrayendo un poco.

– No, no, linda, continúe.

– Bueno, que llego a las 10:30 a la clase. 150 miradas sobre mi. Me hago minúscula. Me quedo tan encogida que creo que no le llego a las rodillas al profesor. Le miro fijamente con ojos desorbitados sin decir ni mu. Sé que está buscando debajo de la mesa el botón de pánico. Total que al final lo hice y aprobé. En fin, Doctor, ¿Qué me dice?

– Sí, Pues… ¿Y aquello cómo le hizo sentir?

– Ah, pues yo qué sé. Supongo que mal. Digo, que no está bien que los años se mezclen demasiado. Que unos son para una cosa y otros para otra. Que se acumulan muertos y luego pesan ¿Me entiende? Quiero decir, que todo lo que no se cierra pesa y luego cuesta más, y es más difícil ir hacia delante.

– Mhmh… Y qué más.

– No sé, si pudiera, me aparecería a mi yo del pasado… Y le diría que se dejara de contemplación existencial. Que matricularse en 26 fue tan mala idea como no matricularse en ninguna, que con aquél chico no funcionaría, y que apuntase todo lo que le pasa, que luego nos fallaría la memoria para escribir crónicas. Que terminase lo empezado ¿Usted que cree Doctor? Las cosas del pasado sin resolver como que tiran de uno hacia abajo, ¿verdad? Que es mejor decidirse, ir a por algo y terminarlo, decir adiós, tirar la ropa vieja, hacer las cosas aunque uno meta la pata. ¿No?

– Aha.

– Oiga Doctor, ¿va usted a aportar algo?

– Eh, Ahora, debe hacer lo contrario

– Lo contrario de qué.

– Piense niña. Hala, que se terminó su hora. Hemos avanzado mucho, hasta la próxima.

Pues hombre, señores, que mi barba tiene tres pelos, que si yo no procrastinase y arrastrase muertos, no sería yo. Y la verdad es que me gusto yo. Ahora bien, el cuerpo no da para sujetar muchas puertas abiertas, así que dejen los muertos del pasado en el pasado. Terminen lo que queda atrás, y continúen, que necesitan los pies para andar. Yo no lo haré, que me lo ha dicho el Dr. Vasques.

dFoto: comitecedif.wordpress.com

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