Lo inhumanamente puro frente a lo puramente humano

Recibimos en Kulturtado la pasión por la arquitectura de un estudiante de sus estructuras. En el siguiente artículo, elaborado desde la proyección y el intelecto, Fernando nos descubre un poco más su excitante mundo, dándonos una lección gratuita de su irresistible belleza.

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En primer plano de esta foto se encuentran dos de los más grandes e influyentes arquitectos del sXX, Mies van der Rohe y Hans Scharoun, colegas y compatriotas , ambos determinaron en gran medida las corrientes arquitectónicas alemanas durante buena parte del sXX.

No fue hasta casi 5 años después de la muerte de ambos (poco tiempo después de esta foto) cuando la arquitectura alemana tomó un rumbo más Hightech, de la mano de Frei Otto, Benisch, von Gehrkan, o Thomas Herzog a mediados de los años 70. Pero su influencia se mantiene desde entonces en el ADN alemán (y de buena parte de Europa) con más o menos intensidad hasta nuestros días.

La influencia miesiana es mucho más conocida, dada la trascendencia internacional de este genio, pero la de Scharoun es muy determinante, de manera tranquila y sigilosa en el conjunto de la arquitectura alemana (occidental) de postguerra.

En la imagen vemos a ambos arquitectos presenciando el izado de la cubierta de la Galería Nacional, proyectada por Míes para el Fórum de Las Culturas, que se desarrollaba junto a la destruida y dividida Potsdammer Platz berlinesa, donde Scharoun realizaba otros dos edificios: la Biblioteca de Berlín y la Filarmónica. Ambos arquitectos morirían antes de que sus edificios fueran inaugurados.

Y es posiblemente ese conjunto arquitectónico (debido a su monumentalidad y la radicalidad de las propuestas), uno de los ejemplos más claros de contraposición de dos de las grandes tendencias de la arquitectura del siglo XX, el racionalismo cásico y el funcionalismo expresionista. Éstas sobrepasan el campo de la arquitectura y por tanto del resto de las artes. Son tendencias que se engloban dentro de posturas filosóficas, cuyas reflexiones, creo, se han puesto de manifiesto en casi todas las disciplinas de las culturas occidentales a lo largo de la historia.

Me parece que dentro de la disciplina arquitectónica, el Kulturforum es uno de los ejemplos más claros, rotundos y significativos, de dos de las principales vertientes del Movimiento Moderno.

El paso de cebra que une físicamente la Galería Nacional de un lado y la Biblioteca (y algo más lejos la Filarmónica) del otro, posiblemente se encuentre en el espacio físico de una barrera mental e ideológica mucho más resistente que el Muro de Berlín, situado a escasos cien metros de distancia, separando los mundos capitalista y comunista y que hoy en día ya no existe.

Representa, para mí, la dialéctica entre dos mundos, o mejor dicho, entre dos formas de concebir el mundo, la platónica, racional, regular, aparentemente perfecta, idealista, etc… y la aristotélica, irregular, accidental, contradictoria.

A lo largo de la historia, casi todos los campos de la cultura occidental han alternado y navegado entre una y otra tendencia. En todos los estilos arquitectónicos existe un mayor protagonismo de una u otra corriente, acorde a la mentalidad colectiva y al espíritu de cada tiempo (clasicismo renacentista vs. Barroco vs. Neoclásico vs. Eclecticismo y naturalismo modernista vs racionalismo moderno…), y también de forma individual, encontramos esta dialéctica en ejemplos coetáneos (Bernini vs. Borromini por ejemplo).

En ese sentido, el Kulturforum se concibió como un escaparate monumental del nivel alcanzado por Alemania en las distintas expresiones y corrientes arquitectónicas, ensalzando su trascendencia internacional y englobado dentro de un plan de reconstrucción de la ciudad, en la que se desdoblaron todas aquellas grandes “dotaciones” públicas como museos, academias, óperas, filarmónicas, universidades , etc… que habían quedado en la zona oriental de Berlín y por tanto fuera del alcance de la mitad de su población. Por último, hay que entenderlo como un alarde propagandístico del progreso capitalista justo frente a la nueva frontera, recientemente cerrada a cal y canto por el ejército de la República Democrática Alemana.

Por supuesto, los usos y programas de la Galería, la Filarmónica y la Biblioteca son muy distintos entre si, coincidiendo básicamente en la existencia programática de ciertos espacios comunes que en ambos casos sirven como salas polivalentes o atrios y en zonas de almacenaje.

Sin embargo, el tratamiento (tanto en la forma y materialidad, como en el protagonismo dentro de cada edificio) vuelve a ser radicalmente opuesto en cada uno de ellos.

La Galería funciona como un doble edificio, por una parte, el programa expositivo, ósea el museo, queda oculto, bajo tierra, o mejor dicho, como parte interior del zócalo de piedra que haciendo las funciones de plaza y de pódium nos muestra el nivel superior, acceso al museo y espacio polivalente.

Esta pieza, ambigua en sus funciones, formal y visualmente el edificio como tal, supone la imagen representativa del conjunto, siendo precisamente la zona menos “museística” del mismo.

Resulta muy complejo exponer en esa sala. Compartimentarla eventualmente para las exposiciones temporales desvirtúa completamente su esencia, y no hacerlo implica exponer muy pocas piezas, siendo realmente complicado encontrar una composición adecuada entre el espacio y la obra. Dada su acústica, tampoco es lugar adecuado para un concierto de cámara o para una gran conferencia.

Ni siquiera cumple bien la función para la que se planteó. Por tanto, no es realmente el lugar adecuado para ningún uso, ya que nada ni nadie puede ser más protagonista que un espacio tan abrumador y contundente como este.

El interior es difuso, brillante, completo. Supone el resultado final de una vida dedicada a la búsqueda y a la investigación de las cualidades de un espacio perfecto. En Berlín, Mies encontró la oportunidad de cerrar el círculo, de crear un espacio para el Espacio.

La excusa: un museo, enterrado y aceptablemente bien resuelto, es claramente un elemento muy secundario en la obra; hasta el punto de actuar como pedestal del objetivo final, el templo.

El acceso a la Galería es, desde mi punto de vista, un templo al Espacio, no genera la sensación de estar en un lugar para la gente, las personas sobran, las obras expuestas sobran, es un edificio pensado para albergarse a sí mismo.

Por tanto, si la arquitectura está pensada por y para el hombre, posiblemente este edificio sea la quintaesencia del límite difuso. En este caso del límite entre arquitectura y otra cosa: no es un edificio para las personas, no tiene una verdadera función más que sí mismo, más que cobijar el espacio que el mismo genera.

Es también el paradigma de la racionalidad, de la sinceridad constructiva, de la radicalidad formal, del volumen platónico. Superando en todos estos aspectos a los mayores templos clásicos, que imitaban en piedra (y de forma decorativa) sistemas constructivos que sus ancestros usaban en la madera.

Su planta, cuadrada, no rectangular, su estructura, completamente de acero, queda desnuda, la fachada es prácticamente invisible y los dos únicos elementos que contienen un programa específico (los núcleos de comunicaciones) están claramente distinguidos por el uso del mármol pulido, brillante y reflectante.

Ningún otro edificio de Mies llegó hasta ese punto de pureza, radicalidad y perfección, precisamente porque eso hubiese supuesto generar algo humano.

El acceso a la Nueva Galería Nacional de Berlín, supone la constatación material de que la perfección nos es ajena. La humanidad ni es ni será perfecta. Y es por eso que este espacio nos rechaza.

Nos encontramos por tanto, ante la contradicción que supone estar frente al ejemplo más radicalmente anti arquitectónico y menos humanista, generado por arquitectura en estado puro o dicho de otro modo, siendo a su vez el ejemplo más “puramente” arquitectónico, fruto del conocimiento, del saber y de la búsqueda” humana” de la perfección y de la verdad. Es (a mi entender), en su pureza, racionalidad y perfección, la contradicción última de la arquitectura en el siglo XX.

Sus antítesis: enfrente y enfrentadas a la Galería, son la Filarmónica y la Biblioteca, hermanas mellizas, formalmente similares en su enrevesada complejidad, son las obras maestras de Scharoun, uno de los arquitectos más influyentes del Berlín de entreguerras.

Ambos edificios constituyen dos de los ejemplos más radicales de una manera completamente opuesta de entender la arquitectura: sus formas, materiales, y organización programática parecen caóticas a simple vista, imprecisas y extrañas. Son formas que responden perfectamente a la intención programática de las propuestas, a sus necesidades internas y a la comodidad de los usuarios, generando, desde la “complejidad y la contradicción” en las formas, en los materiales, en los ejes y en la organización, dos edificios radicalmente humanistas.

Llegar a la contradicción de si el ejemplo más arquitectónicamente puro trasciende de la propia arquitectura, es decir, generar el ejemplo más anti-humanista desde la búsqueda de la pureza y de la belleza en la racionalidad última del ser humano , se enfrenta a crear los edificios más puramente humanistas mediante un sin fin de contradicciones, que los hacen igualmente bellos, amables, acogedores, programáticamente precisos, y perfectamente adaptados a sus usos.

Tratándose pues, de lo inhumanamente puro frente a lo puramente humano.

Fernando Caballero

miesmies2Mies van der Rohe (izquierda) y Hans Scharoun (derecha)

 

 

 

 

 

Sus carreras divergieron muy pronto, desde  la ortodoxia moderna en sus arquitecturas de los años 20, Scharoun  mantuvo siempre un marcado carácter expresionista, heredero de Mendelson.

Buena parte de la arquitectura alemana de los años 50, 60 y 70 estuvo influida por su obra, siendo una clara alternativa al racionalismo “purista” miesiano que tan hondo había calado en países como Estados Unidos.

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En 1970, los principales edificios del Kulturforum ya están construidos, dentro del plan de reconstrucción de Berlín Occidental. En primer plano, la Galería Nacional, al fondo, la primera fase construida de la Filarmónica,  cuando aun mantenía sus fachadas originales de hormigón visto tintado.

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San Carlos en las Cuatro Fuentes de Borromini (izquierda) y San Andrés del Quirinal de Bernini (derecha)

 

 

 

 

Se encuentran a menos de cien metros de distancia, donde se muestran respectivamente las vertientes expresionista y racionalista del Barroco.

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Maqueta del Fórum de las Culturas, donde destacan la Biblioteca y la Filarmónica en primer plano y justo detrás la Galería Nacional.

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El programa expositivo se oculta bajo tierra, mirando a un gran patio trasero, construido en piedra, queda claramente diferen-ciado del edificio que sobre sale.

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El espacio principal queda completamente desvirtuado al ser utilizado como recinto expositivo.

La arquitectura es la voluntad de la época traducida a espacio…Mies van der Rohe

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